UNA TAL MARTITA.
Cuando yo estudiaba en la U, tenía
una compañera que se llamaba Martita. La Martita era una de esas personas de bondad enorme, súper buena amiga,
amable y solidaria, pero para el estudio era algo lenta, no le abundaba, por
más que estudiábamos juntas, nada se le quedaba, jamás entendía. Sin embargo,
como era billetuda, me pagaba para que le hiciera las tareas y los
cuestionarios, y para copiar en los parciales era la puta ama; pero, tenía una
particularidad: cuando no encontraba la forma de hacer trampa en un examen, jodía
de amores hasta que le pasaras las respuestas.
Así, a pura copia, la Martita logró
terminar la U y para el último examen del seminario de graduación, ella se
tenía que sacar 8 de mínimo para poder aprobar el curso, entonces andaba
afligida, pero como era súper cachimbona para copiar, tomó sus precauciones
para no aplazar y me apartó el pupitre atrás del de ella para que le pasara la
copia. Pero con la mala suerte de que al llegar el Lic. nos cambiaron de lugar
y yo quedé a cuatro pupitres de donde estaba ella.
Pues en vista del inconveniente, se
puso de acuerdo con el compañero que quedó detrás de ella, un tal Marcos, para
que a través de él, yo le hiciera llegar los papelitos con la copia. Dicho y hecho,
cuando contesté la primera parte, le pasé el papelito al compañero, que por
cierto era un bicho que desde siempre había estado enamorado de ella, dicho sea
de paso, la Martita no era fea, tenía unas grandes nalgas, entonces el bicho con
el afán de ganársela, se puso vivo para pasarle los papelitos.
La cosa era que había cuatro
profesores cuidando el aula y estaba súper difícil no llamar la atención. Mientras, el tiempo pasaba y no había forma de hacerle llegar la copia a la Martita,
entonces ella en su desesperación, con
disimulo, movía el brazo hacia atrás y le ponía la mano en la pierna del bicho
y se la sobaba para indicarle que le pasara el papel, pero como ella no se podía dar la vuelta, no se daba cuenta que lo
que estaba haciendo era metiéndole la mano en la entrepierna al tal Marquitos... y
aquel man sudaba helado, y yo sólo alcanzaba a ver como se retorcía con una
gran incomodidad.
Después de un rato alcancé a
escuchar que con una voz suavecita él le decía: "Marta, vos sabés que siempre
me has gustado, en otras circunstancias no me molestaría, pero este no es el
momento de que me estés agarrando los huevos". A mí se me salió una estrepitosa
carcajada y fue tanto mi escándalo que me quitaron la papeleta y me sacaron del
aula, pero yo me seguí riendo mientras salía.
Por suerte, la Martita logró pasar
el examen y nos graduamos juntas. Hace años que no sé nada de ella, pero
siempre recuerdo ese último día de examen en que la Martita le acarició los huevos a
Marquitos.
muy bueno jajajja
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