¿CUÁNDO FUE LA PRIMERA VEZ QUE TE ACOSARON?
La primera vez que me acosaron tenía yo
4 años, recuerdo que tenía esa edad porque mi hermana no había nacido aún, pero
yo ya sabía andar en triciclo. Estaba jugando en el jardín frente a mi casa
cuando un hombre que arreglaba zapatos pasó, se detuvo frente al portón de
rejas y noté que me observaba con curiosidad. Yo estaba acurrucada, así con ese
desenfado con el que las niñas de 4 años se acurrucan a recoger flores
silvestres, entonces lo escuché llamarme… me dijo: “Niña, vení”, yo me acerqué
con la inocencia de no saber que hay hombres mal intencionados, asomé mi rostro
redondo entre los barrotes, él se acercó y deslizó sus sucias manos entre mis
infantiles piernas y cuando llegó a mis calzones, dijo: “Que rica esa cuquita”…
me alejé de la reja con un temor instintivo y corrí a la seguridad de mi casa;
recuerdo que temblaba cuando me refugié detrás de las faldas de mi mamá que en
ese momento picaba cebolla en la mesa de la cocina, ella me preguntó: “¿Qué te
pasa?”, yo dije: “nada”. De alguna manera sabía que lo que había pasado no era
correcto, pero en el fondo me sentía culpable… ¿Qué culpa puede tener una niña
de 4 años de la lascivia de un hombre?. Desde ese día, jamás volví a jugar sola
frente a mi casa.
Cuando tenía 8 años, cada domingo acompañaba a mi mamá y mi tía
Isabel a escuchar el sermón de la misa de 5 pm. en la Iglesia San Martín. Uno
de esos días a mitad de la homilía, tuve ganas de ir al baño, me acerqué al
oído de mi mamy para decirle: “mamy, quiero hacer pipí”, ella me miró, buscó en
la cartera un trozo de papel higiénico, me lo puso en las manos y me dijo: “te
apurás, no te vayas a quedar jugando afuera”. Salí corriendo de la iglesia y me
dirigí hacia los baños que estaban justo a un lado de la sacristía, unos niños
más grandes que yo estaban jugando chibola enfrente de la entrada, me detuve un
rato a verlos jugar y luego recordé la sentencia de mi mamá y me apresuré a
entrar a los baños para regresar a oír la misa. Cuando salí, los cuatro
muchachos que jugaban afuera, me esperaban en la puerta, uno de ellos, pecoso,
de pelo amarillo y ojos cafés, me empujó contra la pared y trató de besarme en
contra de mi voluntad, mientras que el resto lo animaban y le decían: “metele
la mano en la cuca”. Luché, aruñé y mordí con todas mis fuerzas, con tanta
rabia que no tuvo más remedio que soltarme y al verme liberada corrí dentro de
la iglesia. Cuando me senté en la banca, sollozaba y mi tía me preguntó: ¿te
caíste?, entonces le dije: “unos niños me pegaron”… me dio vergüenza decir lo
que había pasado. Mi tía que tiene un temperamento fuerte, se paró y salió
conmigo de la mano a buscarlos, pero ya no estaban. ¿Por qué una niña de 8 años
tiene vergüenza de decir que la han manoseado, cuando no fue su culpa?. Desde
ese día, nunca volví a ir al baño sola.
A los 12, mi mejor amiga y yo habíamos ido a la casa de una
compañera a hacer una tarea, cuando regresábamos, habíamos caminado quizás un
par de cuadras y mi amiga recordó que había olvidado su sombrilla. Decidimos
volver a buscarla pero cuando llegamos, nuestra compañera ya había salido. Su
vecino, un niño del mismo colegio de unos 14 años, nos dijo que él tenía la
sombrilla dentro de la casa. Inocentemente entramos, pasamos a la sala donde
estaba la muchacha del servicio doméstico planchando y nos dirigimos a la
cocina, donde según él, estaba la sombrilla, cuando llegamos al pasillo, nos
esperaban otros niños que ya conocíamos, porque también asistían al mismo
colegio, uno de ellos me arrastró por el brazo hacia una habitación y me empujó
en la cama, se subió encima de mí y jadeante, sudoroso, intentaba bajarme los
pantalones, me besaba y me metía la lengua dentro de la boca, me ensopaba la
cara con su saliva, mientras trataba de arrancarme los botones de la blusa.
Luché tanto que se rindió y me dejó ir, pero me sentenció gritando: “ojalá le
vayas a decir a tu mamá”. Afuera, mi amiga me esperaba llorando, también a ella
le había pasado lo mismo. Salimos de allí y corrimos hasta ponernos a salvo,
todavía ahora que ambas somos adultas, nos cuesta hablar del tema. ¿Dos niñas
de 12 años se merecen ser ultrajadas de esa manera?.
Cuando tenía 22, mis amigos de la Universidad y yo, teníamos por
hábito ir al malecón del Puerto de la Libertad a ver la puesta de sol. Eran las
4 de la mañana cuando llegamos a la playa, la luna estaba hermosa, nos quitamos
los zapatos y nos paramos todos en la orilla para que el mar nos mojara los
pies, de pronto, de la nada apareció un sujeto que tomó del cuello a mi mejor
amigo y lo arrastró por la arena hasta unas champas hechas con palmeras, mi
amiga y yo (que éramos las únicas mujeres del grupo), corrimos por la playa,
pero otros dos tipos nos dieron alcance y terminamos los cinco boca abajo en la
arena amenazados con machetes y pistolas. Uno de ellos le dijo a quien entonces
era mi novio y luego se convirtió en mi esposo: “Vos bicho, dame las llaves del
carro”, él se buscó las llaves en la bolsa y se las entregó, luego, el mismo
tipo me dijo: “Vos, morra, andá abrime el carro”. Me puse de pie y caminé hacia
donde habíamos estacionado, le pedí las llaves y abrí… entonces me puso un
cuchillo en el cuello y me dijo: “si gritás te lo voy a meter por la cuca”… me
arrojó al piso y me bajó los pantalones, me mordió, me golpeó y me azotó la
cabeza contra el suelo de arena mientras me violaba. No llevábamos nada de
valor, se conformaron con las mochilas y nos dejaron ir. Cuando llegamos a la
estación de policía a denunciar, lo primero que me preguntaron fue: “¿Y usted
que andaba haciendo allí?”. Me puse de pie, caminé hacia mi novio y le dije: “Vamonos,
no quiero estar aquí”. Otra vez creí que era mi culpa, que yo me lo había
buscado, porque eso es lo que nos enseñan a las mujeres, a sentirnos culpables
de todo lo malo que nos pasa.
Esas cuatro ocasiones me enseñaron a tener miedo de los hombres,
a huir de los lugares oscuros, a no pasar sobre la acera si un sujeto viene en
sentido contrario, a sentarme en el colectivo siempre al lado de una mujer. Me
tomó mucho tiempo empoderarme y entender que ningún hombre tiene el derecho a
tocarme sin mi consentimiento y no, no odio a los hombres, me casé, tuve un
hijo, terminé la universidad y vivo una vida plena, no estoy traumatizada, pero
siento la responsabilidad de romper con ese ciclo, no quiero que lo que me pasó
a mí le siga pasando a ninguna niña y ninguna mujer. Cuando vaya por la calle,
quiero sentirme libre, no valiente.
Sé que muchas mujeres que me leen han tenido experiencias
similares o peores, quiero decirles que entiendo su miedo, que no es su culpa,
que sé que hablar es difícil, pero es momento de expresarnos, de sacar a la luz
las agresiones, es momento de decir BASTA!, VIVAS NOS QUEREMOS.
Contáme tu historia, ¿cuándo fue la primera vez que te
acosaron?.
terrible
ResponderBorrarhay hombres acosados y cada dia crece más el número de los mismos solobque a ellos no se les permite decirlo
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