EL POLLO
Me sorprendí esta tarde
recordando a un mi pretendiente con el que nunca llegué a nada, no por falta de
ganas, ni porque no me gustara; la verdad, todavía no sé qué pasó. Le decían El
Pollo y se parecía a Jim Morrison, era casi idéntico, llegaba a mi apartamento
con unos amigos de la Universidad, para la época en la que habíamos formado un
grupo literario que se llamaba: “Milpazos”; él también estudiaba en la UCA, no
recuerdo qué carrera, pero tenía que haber sido Filosofía o Psicología, porque
era muy callado.
El Pollo no hablaba mucho, era de
esos silenciosos con aspecto de hippie, que se sientan en un rincón y te
observan con minuciosa atención, cuando hablaba lo hacía pausado y con un tono
de voz profunda y melancólica, casi como un susurro aterciopelado.
A pesar de su constante mutismo,
El Pollo sí hablaba conmigo, la primera vez que platicamos, se quedó después de
que todos mis amigos se fueron a sus casas, hablamos hasta la medianoche,
cuando nos dimos cuenta de la hora que era por la cantidad de colillas de
cigarro ahogadas en una taza de café; desde ese día, hablábamos por teléfono
casi a diario, por horas y horas, sobre cosas de las que casi nadie habla. Sabía
de música, le gustaba la trova, el rock alternativo, la literatura, la poesía,
tocaba la guitarra y creo que también cantaba, era por así decirlo: mi hombre
perfecto, esa criatura de leyendas que yo me decía que sólo existía en los
cuentos que me inventaba o en una realidad alternativa donde seguramente
habitaba ese ser mitológico que yo quería para mí.
El tema con El Pollo es que nunca
se decidía, se contentaba con verme de lejos en la U y con hablar conmigo todas
las noches o llegar a mi casa a visitarme para llevarme libros y hablar de
poesía. Yo sabía que le gustaba, porque se lo pregunté y creo que una vez lo
besé, no lo recuerdo bien; nunca me ha gustado andarme por la ramas, pero
presiento que si yo no hubiera sacado el tema, seguramente me habría quedado
con la duda, porque El Pollo era de ese tipo de hombres que llevan las cosas
lento, con un ritmo casi de astronauta caminando por la luna.
El Pollo y yo, un día simplemente
dejamos de hablar, eran los 90´s y yo por esa época vivía más en estados
alterados de conciencia que en la vida real y creo que finalmente se dio cuenta
que su velocidad era la de un caracol y la mía la de un huracán de categoría 5.
En realidad no noté en qué
momento dejamos de contactarnos, creo que perdí el interés y simplemente me
cansé de esperar a que diera el primer paso. A decir verdad, ni siquiera
recuerdo su nombre, seguramente el Tata o Alex supieran como se llamaba, y no
es que no me interesara, como repito, es sólo que los 90´s son brumosos en mi
memoria, fue una época de experimentos psicodélicos, amor y paz, licor,
cigarros, poesía y café.
Cada cierto tiempo me acuerdo del
Pollo, quisiera saber qué fue de él e invitarle un café, pienso que seguramente
ahora es un señor importante o algo así, era muy inteligente y la gente así
siempre tiene destinos similares, a lo mejor vive en el extranjero, no lo sé,
pero fue una de esas cosas que no se dieron y que de haberse dado habrían sido
simplemente geniales. ¡Puta! ¿Dónde estará El Pollo?. Si alguien sabe dónde
está El Pollo dígale que le quiero invitar un café... como cheros va jajaja… En
serio.
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