DOBLEMORALISTAS SEXUALES.


A propósito del reciente caso sobre la publicación de un video íntimo; acción perpetrada por parte del señor José Mauricio Gómez Julián, alias Mauricio Béjar Jaddalah; en el cual se le observa de manera explícita sostenido relaciones sexuales con su entonces novia; he leído, no con asombro sino con repulsión, toda clase de insultos hacia la víctima, hombres y mujeres que se creen poseedores de una moral intachable y que profieren toda clase de juicios vejatorios en contra la verdadera afectada y vitorean la conducta del ahora procesado por una serie de delitos en contra de la imagen y la dignidad de su ex pareja.

Me asombra aún más el discurso de doble moral en el que el tema principal consiste culpar a la víctima, y es que cuando tu argumento se fundamenta en asegurar que él hizo mal, pero que ella también tiene la culpa por haberse dejado tomar el video, lo que en realidad estás haciendo es darle solvencia moral a éste sujeto por lo que hizo, lo estás justificando, lo que en realidad estás diciendo es: “ESTÁ BIEN que él haya publicado el video porque ÉL NO TIENE LA CULPA de que ella se haya dejado filmar”, ¿te das cuenta de los estúpido que eso suena?, te estás contradiciendo, estás culpando a la víctima y justificando las acciones del victimario, en consecuencia, estás convirtiendo en víctima al culpable. Podrías decir: “uno debe fijarse con quien se mete, elegir al hombre correcto”, ahora te pregunto yo: ¿Cuántas decepciones amorosas has tenido?, ¿cuántas veces has sido vos la que resulta engañada por alguien en quien confiaste porque en un primer momento te pareció buena persona?, ¿Cuántas de tus parejas no han sido al final lo que vos esperabas?, ¿Cuántas veces te ha lastimado una persona a la que amaste y le diste todo lo que estuvo en tu buen corazón darle?; seguramente al menos en una ocasión has confiado de más en alguien, y es que desafortunadamente, como dice mi sabia hermana: Los hombres no llevan tatuada en la frente la frase: “Soy un perfecto hijo de puta y te voy a joder la vida, no confíes en mí, porque soy un farsante resentido”. Nuestro primer instinto es confiar en quien nos ofrece su mejor rostro, sino no llegaríamos a tanto con nadie, si fuéramos por la vida desconfiando de todas las personas, no existirían las relaciones humanas y menos las de pareja. Un hombre machista, que lo único que quiere meterse entre tus piernas, miente descaradamente, aparenta ser quien no es, pretende y te hace creer que es “tu tipo”, que está de acuerdo en todo lo que decís, que son “almas gemelas”; y lleva tiempo y experiencia aprender a detectar las intenciones de este tipo de individuos.

El argumento más misógino que se lee es: “cómo la van a respetar si ni ella se respeta, una mujer decente no permitiría que la trataran así”, yo les pregunto ¿Qué es “decente” cuando se trata de sexo?, no son éstos mismos hombres los que dicen que una mujer parece una “vaca echada” cuando no es liberal y desinhibida a la hora de tener relaciones sexuales, ¿no son ustedes, hombres, los que se complacen y se ufanan de haber tenido excelentes amantes con gran experticia en asuntos de alcoba?... ¿ven la contradicción en sus “argumentos”?. El problema aquí es que para nuestra sociedad machista, todo está perfecto cuando se tiene una sexualidad abierta y liberada, siempre que sea controlada por los hombres… parafraseando a Virginia Lemus: “Para nuestra sociedad, todo está bien con la expresión sexual de las mujeres, excepto cuando son ellas quienes controlan esa sexualidad”, entonces, eso sí es considerado pecado, inmoral, indecente, ella es una puta… Les pregunto: ¿entonces él qué es?: es hombre, simplemente hombre y eso está bien en tu sistema de valores, porque te acomoda mejor, ¿verdad?, así evitás pensar que algo no está bien, porque vos sabés que no está bien, pero decidís ignorarlo. En términos sociológicos a esa aceptación y naturalización de la violencia en contra de la mujer se le conoce como: VIOLENCIA SIMBÓLICA, es ese tipo de manifestaciones aparentemente invisibles pero que están allí, naturalizar la violencia es aceptar que es válido agredir la dignidad de una persona, denigrarla y reducirla hasta la calidad de objeto por el simple hecho de ser mujer.

Dicho lo anterior, a ésta fémina se le ha lesionado su derecho a la intimidad y su dignidad como persona, porque ese video era parte del ámbito privado de la relación de pareja, no fue filmado con el objetivo de ser expuesto al escrutinio público, era una fantasía que ambos convinieron llevar a cabo bajo un acuerdo tácito de privacidad y él violó ese acuerdo. Nada hay de malo en complacer la sexualidad de la pareja con una fantasía de juego de roles, sobre todo si ese juego te parece excitante, siempre que vos consintás en él y no te sintás vulnerada en tu autonomía y tu dignidad a la hora de ejecutar ese rol, sea cual fuere. Cada pareja establece su grado de normalidad en la expresión de su sexualidad; la dignidad de una persona no está vinculada a si tiene o no relaciones sexuales o a su manera de llevarlas a cabo, ese no es aquí el objeto de discusión, acá el tema es la exposición pública de esa intimidad, llevada a cabo con toda premeditación, alevosía y ventaja, con el único objetivo de humillar a la víctima a modo de venganza por una supuesta infidelidad.


A título personal, espero que la víctima no desista de su demanda, como ya se ha visto en otras tantas ocasiones, por presión o vergüenza de la opinión pública; ojalá y llegue hasta las últimas instancias, de esa manera éste se convertiría en un caso emblemático y serviría como un aliciente  para que las víctimas de este tipo de delitos se atrevan a denunciar. Esperaría el acompañamiento de las organizaciones feministas, las opiniones de expertos en violencia de género y por supuesto, si se organizara una marcha de apoyo el día de la audiencia, esta servidora será la primera en acudir con su pancarta. 

SORORIDAD Y EL ESTIGMA DE LO MASCULINO


¿Cuántas veces escuchamos a una mujer referirse a otra en términos peyorativos?, nuestro subconsciente está programado para aceptar como válido el ultraje a la dignidad de otra mujer bajo ciertas circunstancias, no ponemos reparo en llamar “zorra” a aquella que ha tenido un romance con un hombre casado, “puta” a la que ha tenido varios compañeros sexuales, o “perra indecente” a la que exhibe su sexualidad libre prejuicios. La sociedad nos divide en cuatro arquetipos: La santa, la puta, la tonta y la virgen. 

Ustedes como yo, tienen una o varias amigas que habiendo sido víctimas de una infidelidad, no vacilan en arremeter en contra de aquella que le ha “robado” al marido, que lo "sonsacó" y se le "metió por los ojos"; "la muy zorra se le llegaba a meter a la oficina", se les oye decir. Les pregunto: ¿Este hombre no tiene voluntad propia para negarse ante las insinuaciones de otra mujer que no sea la suya?, la última vez que revisé, los hombres tenían libre albedrío. 

Sucede que como mujeres, experimentamos una respuesta casi automática que nos dice que si se tiene que elegir a un culpable, sin lugar a duda, es la mujer, nunca el hombre. Analicemos una circunstancia más fuerte: Cuando tenemos conocimiento sobre una violación sexual, cuya víctima es una mujer, las preguntas instintivas siempre son: ¿Qué hacía ella allí, cómo andaba vestida, tenía alguna relación sentimental con aquel que la violó, había bebido?, etc., eso es sexismo, ¿qué tienen que ver las circunstancias? ¿Acaso el estar vestida con una minifalda o un escote muy pronunciado es justificación para ser violada? ¿Acaso el hecho de que el violador sea la ex pareja o el amante de la víctima, le da derecho a agredirla sexualmente?. Muchas piensan inmediatamente que sí, que es una causal exculpatoria, pero ¿por qué?; la razón es simple: Porque la cultura machista en la que vivimos nos ha enseñado a vernos como enemigas y no como compañeras, porque así somos más fáciles de controlar; "Divide y vencerás". 

Culturalmente estamos predispuestas para competir entre nosotras, para confrontarnos, para agredirnos, para culparnos mutuamente por lo malo que nos pasa y en ese mismo contexto nos olvidamos de solidarizarnos. Si otra mujer es en alguna medida más atractiva que nosotras, como respuesta casi automática nos damos a la tarea de encontrar en ella algún defecto, algo que la degrade y opaque ese atributo que la diferencia del resto y en ese mismo proceso nos minimizamos y perdemos la propia autoestima, porque la idea de que otra mujer tenga algo que nosotras no, la convierte en nuestra rival. Es aquí donde se viene abajo aquel paradigma masculino que dice que las mujeres nos vestimos para agradar a los hombres… error; las mujeres aprendemos a vestirnos para competir con otras mujeres y demostrar superioridad; y lo hacemos de manera inconsciente, no nos damos cuenta y la única manera de despojarnos de esa hostilidad es entendiendo que no somos adversarias, somos hermanas. 

Como problema primordial nos encontramos ante el hecho innegable de que como sociedad y particularmente como mujeres, asociamos lo femenino con lo meramente estético, lo delicado, lo estilizado, lo "bonito" y nos obligamos a rivalizar entre nosotras para alcanzar ese ideal meticulosamente estructurado y culturalmente aceptable, pero ¿qué sucede cuando ese ideal nos es en alguna medida inalcanzable y nos vemos limitadas para equipararnos a ese estándar?, experimentamos un sentimiento de codicia, seguido por frustración y finalmente rechazo por aquello que a los ojos de los demás es lo que nosotros deberíamos ser. 

¿Cuántas veces en un ambiente de oficina o en la Universidad, se escucha decir de manera desdeñosa que una mujer ha llegado a cierta posición o ha pasado un curso haciendo uso de sus atributos físicos?. Ser "atractiva" es una suerte de condena automática, como mujeres nos olvidamos de vernos más allá del reflejo de lo femenino que la sociedad nos impone. 

Desde la perspectiva feminista se aprende que no toda mujer encaja en el estereotipo de la femineidad y no tiene por qué hacerlo, lo femenino va más allá de una figura bien torneada con medidas perfectas, ser mujer no es sinónimo de ser "bonita"; lo femenino implica una serie de cualidades diferenciadoras que determinan fortaleza, ímpetu, audacia, progresismo, revolución; todos esos agentes de cambio que nos ponen como mujeres a la cabeza de una organización o en el primer lugar de una clase, que nos dan la libertad de formar o no una familia, de tener o no tener hijos, de establecernos o viajar por el mundo, de entender que somos dadoras de vida, pero no somos un simple útero, que tenemos un par de tetas cuyo propósito no es sólo el de amamantar, sino también ser receptoras de sensualidad y erotización, que tenemos una vagina que es un incansable conducto de placer y que no se limita al simple designo de parir … Y teniendo tantas cosas en común, ¿por qué no podemos hacer una modificación de las relaciones entre mujeres?. 

La Sorodidad es precisamente eso, un hermanamiento, una solidaridad que nos ayude a desprendernos de esa competitividad aprendida y nos exhorta a vernos a través de los ojos de otras desde una perspectiva sana, donde podamos aprender de las experiencias de nuestras hermanas y transmitir las nuestras, de enseñar y ser enseñadas, desprendiéndonos del dominio de lo masculino que nos obliga a ser reproductoras de conductas que nos confrontan.

Debemos dejar atrás esas enemistades ancestrales y separadoras, rompamos el paradigma de la hostilidad y el odio, juntas somos una y esa una es invencible. 

¿CUÁNDO FUE LA PRIMERA VEZ QUE TE ACOSARON?

La primera vez que me acosaron tenía yo 4 años, recuerdo que tenía esa edad porque mi hermana no había nacido aún, pero yo ya sabía and...