SORORIDAD Y EL ESTIGMA DE LO MASCULINO


¿Cuántas veces escuchamos a una mujer referirse a otra en términos peyorativos?, nuestro subconsciente está programado para aceptar como válido el ultraje a la dignidad de otra mujer bajo ciertas circunstancias, no ponemos reparo en llamar “zorra” a aquella que ha tenido un romance con un hombre casado, “puta” a la que ha tenido varios compañeros sexuales, o “perra indecente” a la que exhibe su sexualidad libre prejuicios. La sociedad nos divide en cuatro arquetipos: La santa, la puta, la tonta y la virgen. 

Ustedes como yo, tienen una o varias amigas que habiendo sido víctimas de una infidelidad, no vacilan en arremeter en contra de aquella que le ha “robado” al marido, que lo "sonsacó" y se le "metió por los ojos"; "la muy zorra se le llegaba a meter a la oficina", se les oye decir. Les pregunto: ¿Este hombre no tiene voluntad propia para negarse ante las insinuaciones de otra mujer que no sea la suya?, la última vez que revisé, los hombres tenían libre albedrío. 

Sucede que como mujeres, experimentamos una respuesta casi automática que nos dice que si se tiene que elegir a un culpable, sin lugar a duda, es la mujer, nunca el hombre. Analicemos una circunstancia más fuerte: Cuando tenemos conocimiento sobre una violación sexual, cuya víctima es una mujer, las preguntas instintivas siempre son: ¿Qué hacía ella allí, cómo andaba vestida, tenía alguna relación sentimental con aquel que la violó, había bebido?, etc., eso es sexismo, ¿qué tienen que ver las circunstancias? ¿Acaso el estar vestida con una minifalda o un escote muy pronunciado es justificación para ser violada? ¿Acaso el hecho de que el violador sea la ex pareja o el amante de la víctima, le da derecho a agredirla sexualmente?. Muchas piensan inmediatamente que sí, que es una causal exculpatoria, pero ¿por qué?; la razón es simple: Porque la cultura machista en la que vivimos nos ha enseñado a vernos como enemigas y no como compañeras, porque así somos más fáciles de controlar; "Divide y vencerás". 

Culturalmente estamos predispuestas para competir entre nosotras, para confrontarnos, para agredirnos, para culparnos mutuamente por lo malo que nos pasa y en ese mismo contexto nos olvidamos de solidarizarnos. Si otra mujer es en alguna medida más atractiva que nosotras, como respuesta casi automática nos damos a la tarea de encontrar en ella algún defecto, algo que la degrade y opaque ese atributo que la diferencia del resto y en ese mismo proceso nos minimizamos y perdemos la propia autoestima, porque la idea de que otra mujer tenga algo que nosotras no, la convierte en nuestra rival. Es aquí donde se viene abajo aquel paradigma masculino que dice que las mujeres nos vestimos para agradar a los hombres… error; las mujeres aprendemos a vestirnos para competir con otras mujeres y demostrar superioridad; y lo hacemos de manera inconsciente, no nos damos cuenta y la única manera de despojarnos de esa hostilidad es entendiendo que no somos adversarias, somos hermanas. 

Como problema primordial nos encontramos ante el hecho innegable de que como sociedad y particularmente como mujeres, asociamos lo femenino con lo meramente estético, lo delicado, lo estilizado, lo "bonito" y nos obligamos a rivalizar entre nosotras para alcanzar ese ideal meticulosamente estructurado y culturalmente aceptable, pero ¿qué sucede cuando ese ideal nos es en alguna medida inalcanzable y nos vemos limitadas para equipararnos a ese estándar?, experimentamos un sentimiento de codicia, seguido por frustración y finalmente rechazo por aquello que a los ojos de los demás es lo que nosotros deberíamos ser. 

¿Cuántas veces en un ambiente de oficina o en la Universidad, se escucha decir de manera desdeñosa que una mujer ha llegado a cierta posición o ha pasado un curso haciendo uso de sus atributos físicos?. Ser "atractiva" es una suerte de condena automática, como mujeres nos olvidamos de vernos más allá del reflejo de lo femenino que la sociedad nos impone. 

Desde la perspectiva feminista se aprende que no toda mujer encaja en el estereotipo de la femineidad y no tiene por qué hacerlo, lo femenino va más allá de una figura bien torneada con medidas perfectas, ser mujer no es sinónimo de ser "bonita"; lo femenino implica una serie de cualidades diferenciadoras que determinan fortaleza, ímpetu, audacia, progresismo, revolución; todos esos agentes de cambio que nos ponen como mujeres a la cabeza de una organización o en el primer lugar de una clase, que nos dan la libertad de formar o no una familia, de tener o no tener hijos, de establecernos o viajar por el mundo, de entender que somos dadoras de vida, pero no somos un simple útero, que tenemos un par de tetas cuyo propósito no es sólo el de amamantar, sino también ser receptoras de sensualidad y erotización, que tenemos una vagina que es un incansable conducto de placer y que no se limita al simple designo de parir … Y teniendo tantas cosas en común, ¿por qué no podemos hacer una modificación de las relaciones entre mujeres?. 

La Sorodidad es precisamente eso, un hermanamiento, una solidaridad que nos ayude a desprendernos de esa competitividad aprendida y nos exhorta a vernos a través de los ojos de otras desde una perspectiva sana, donde podamos aprender de las experiencias de nuestras hermanas y transmitir las nuestras, de enseñar y ser enseñadas, desprendiéndonos del dominio de lo masculino que nos obliga a ser reproductoras de conductas que nos confrontan.

Debemos dejar atrás esas enemistades ancestrales y separadoras, rompamos el paradigma de la hostilidad y el odio, juntas somos una y esa una es invencible. 

Comentarios

Entradas más populares de este blog

NO SE DICE: "ME LA COGÍ", SE DICE: "COGÍMOS"

¿CUÁNDO FUE LA PRIMERA VEZ QUE TE ACOSARON?

RELATO ERÓTICO #3: LILIANA.