NO, EL AMOR NO MUEVE MONTAÑAS.-


Los seres humanos estamos enfermos de amor, esa frase me remite de inmediato a aquella canción de John Lennon: “All you need is love” (Todo lo que necesitas es amor), hasta allí, todo bien. La dificultad se presenta cuando todo el amor que tenemos se vuelca hacia otra persona y nos olvidamos de amarnos a nosotros mismos, y eso es apego, no amor, el amor es otra cosa.

Es culturalmente aceptable la idea de que el amor todo lo puede, que el amor mueve montañas, que el amor es incondicional y eterno; tenemos tatuado en nuestro subconsciente una noción equivocada del amor, porque el amor es cosa de dos y a veces uno se queda queriendo solo y en ese camino pierde la dignidad. Una de las evidencias más tangibles de esta afirmación, se manifiesta con esa aplicación tecnológica del diablo llamada WhatsApp, esa burbujita verde es el detonante de las muestras más aberrantes de falta de amor propio.

Veamos un ejemplo: Cuando la persona a la que estás emocionalmente vinculada está online en WhatsApp o Messenger, pero no está hablando contigo, inmediatamente sentís una punzada de enojo porque deducís que está hablando con alguien más, te embarga una sensación de pérdida de control, porque no sabés con quién habla, ni de qué, afloran tus inseguridades, experimentás un miedo irracional a perder esa vínculo afectivo que te une a la otra persona y que erróneamente llamás amor.

Lo que olvidamos y anulamos completamente es la capacidad de entender que esas emociones no son ocasionadas por la otra persona, son nuestras emociones, el otro no tiene nada que ver con cómo nos sentimos, a lo mejor está hablando sobre algo del trabajo, o está saludando a un amigo o simplemente abrió WhatsApp o Messenger para verificar si tenía mensajes o para mandarte uno, pero se distrajo, o sí habla con alguien en quien está interesado. La realidad es que no hay manera de saberlo. El problema es que queremos tener control sobre todo lo que la otra persona está haciendo, lo que piensa, lo que siente, con quien se comunica; pero las relaciones humanas no funcionan de ese modo, porque somos entes individuales y no podemos fusionarnos mentalmente con el otro.

Entonces, si el otro no es responsable de esas emociones ¿Por qué las manifestamos?. Existen tres factores que determinan esa sensación de malestar que nos invade: 
  1. Vinculás el amor con la sensación de felicidad: Se tiene la concepción de que al tener a una persona a nuestro lado, estamos comprando felicidad instantánea, esto es porque sentimos apego y no concebimos la idea de la separación, porque estamos convencidos de que no podemos ser felices estando solos. 
  2. Vinculás el amor con la sensación de seguridad: Tenemos asumido que al estar en pareja, todo lo demás va a estar bien, de allí la frase aquella de: “el amor todo lo puede”, cuando la realidad es que la vida sigue siendo lo misma, es sólo nuestro estatus sentimental el que ha cambiado. 
  3. Vinculás el amor con el propósito que tenés en la vida: Te enamoras bajo la fantasía de que has encontrado a la persona que te estaba destinada, tu pareja perfecta, tu otra mitad; y en esa ilusión se pierde el deseo de satisfacer las necesidades propias por satisfacer las necesidades del otro. Entonces, al ver peligrar esa “unión divina”, nos embarga una sensación de tristeza y ansiedad por la potencial pérdida y perdemos el autocontrol.
Existe en términos más o menos holísticos, algo llamado: “La Triada del Amor”, que vendría a ser una representación de los ingredientes que debe poseer una relación sentimental para que sea plena. La triada del amor, se compone de tres elementos: El eros, la filia y el ágape. 
  1. El Eros: es el deseo sexual que se siente por la pareja, esa sensación de bienestar que nos produce la relación coital con el ser amado.
  2. La Filia: Es la camaradería, el compañerismo, la complicidad, la compatibilidad dentro de la pareja. 
  3. El Ágape: Es procurar el bienestar del otro, ese deseo de que el otro esté bien, porque en la medida en que el otro sufre, nosotros también sufrimos. 
Si en una relación de pareja, falta alguno de esos elementos, entonces el amor está incompleto, porque la ausencia de uno de esos sentimientos, nos produce sufrimiento y el sufrimiento es incompatible con el amor.


Entonces ¿Qué es el apego?, básicamente es la incapacidad de renunciar a una relación que sabemos que nos hace daño, por temor a no poder soportar estar solos, sentimos que sin el otro no somos nada; en consecuencia, persistimos en la conducta y nos convertimos en adictos al sufrimiento emocional. 

Esta sensación de impotencia está directamente vinculada con la autoestima del apegado. Una persona que está bien consigo misma, no tiene la necesidad de sentirse vinculada emocionalmente a nadie, no experimenta celos, porque es plenamente consciente de que puede perfectamente vivir con plenitud sin tener a alguien a su lado, por consiguiente, es capaz de amar por completo sin renunciar a amarse a sí misma, el otro no es su centro, ni su equilibrio, ni su todo, es sólo el receptor de su afecto. El que ama con equilibrio, no sufre.

¿Cómo identificamos si estamos en una relación con apego?, así: 
  1. Cuando no te quieren como a ti te gustaría que te quisieran: Si estás en una relación en donde no te están dando el afecto y la atención que necesitás para sentirte amad@, entonces estás mendigando cariño y esto pasa porque el común de la gente tiene la idea de que "los opuestos se atraen", cuando la realidad nos dice que para formar parejas, deben haber compatibilidades y no disparidades. 
  2. Cuando tenés que negociar tu autorrealización: Si estás en una relación en donde siempre tenés que estar limitando tu potencial para no incomodar al otro, no podés alcanzar tus metas, porque tu desarrollo ocasiona disgusto o resentimiento en tu pareja y eso te limita y te hace infeliz. 
  3. Cuando tenés que negociar tus principios: Si en tu relación, tenés que renunciar y dejar atrás todo aquello que te define: tus gustos, tus aficiones, tus creencias, etc., entonces estás anulándote como persona, no podés ser vos en plenitud, porque tu pareja no concibe la idea de que puedas encontrar felicidad en otros aspectos de la vida que no le involucren.
Las personas apegadas, generalmente no tiene el control de la relación, aunque crean que es así y que con sus obsesiones están reafirmando el amor que sienten por el otro y manteniendo firme la relación. Esa es solo una ilusión, en realidad  tangible, el que tiene el poder en una relación es el que menos necesita al otro, el que puede sobrevivir sin el otro, porque no siente que le falta nada para estar completo.

Renunciar a un deseo cuando debe hacerse porque es dañino para nuestro bienestar, es una cuestión de supervivencia, no es ser cobarde, ni inconstante, es amor propio, es tener una autoestima saludable y poseer autocontrol. Persistir en la conducta del apego, sabiendo que nos hace daño es una señal de debilidad emocional. 

EL POLLO


Me sorprendí esta tarde recordando a un mi pretendiente con el que nunca llegué a nada, no por falta de ganas, ni porque no me gustara; la verdad, todavía no sé qué pasó. Le decían El Pollo y se parecía a Jim Morrison, era casi idéntico, llegaba a mi apartamento con unos amigos de la Universidad, para la época en la que habíamos formado un grupo literario que se llamaba: “Milpazos”; él también estudiaba en la UCA, no recuerdo qué carrera, pero tenía que haber sido Filosofía o Psicología, porque era muy callado.

El Pollo no hablaba mucho, era de esos silenciosos con aspecto de hippie, que se sientan en un rincón y te observan con minuciosa atención, cuando hablaba lo hacía pausado y con un tono de voz profunda y melancólica, casi como un susurro aterciopelado.

A pesar de su constante mutismo, El Pollo sí hablaba conmigo, la primera vez que platicamos, se quedó después de que todos mis amigos se fueron a sus casas, hablamos hasta la medianoche, cuando nos dimos cuenta de la hora que era por la cantidad de colillas de cigarro ahogadas en una taza de café; desde ese día, hablábamos por teléfono casi a diario, por horas y horas, sobre cosas de las que casi nadie habla. Sabía de música, le gustaba la trova, el rock alternativo, la literatura, la poesía, tocaba la guitarra y creo que también cantaba, era por así decirlo: mi hombre perfecto, esa criatura de leyendas que yo me decía que sólo existía en los cuentos que me inventaba o en una realidad alternativa donde seguramente habitaba ese ser mitológico que yo quería para mí.

El tema con El Pollo es que nunca se decidía, se contentaba con verme de lejos en la U y con hablar conmigo todas las noches o llegar a mi casa a visitarme para llevarme libros y hablar de poesía. Yo sabía que le gustaba, porque se lo pregunté y creo que una vez lo besé, no lo recuerdo bien; nunca me ha gustado andarme por la ramas, pero presiento que si yo no hubiera sacado el tema, seguramente me habría quedado con la duda, porque El Pollo era de ese tipo de hombres que llevan las cosas lento, con un ritmo casi de astronauta caminando por la luna.

El Pollo y yo, un día simplemente dejamos de hablar, eran los 90´s y yo por esa época vivía más en estados alterados de conciencia que en la vida real y creo que finalmente se dio cuenta que su velocidad era la de un caracol y la mía la de un huracán de categoría 5.

En realidad no noté en qué momento dejamos de contactarnos, creo que perdí el interés y simplemente me cansé de esperar a que diera el primer paso. A decir verdad, ni siquiera recuerdo su nombre, seguramente el Tata o Alex supieran como se llamaba, y no es que no me interesara, como repito, es sólo que los 90´s son brumosos en mi memoria, fue una época de experimentos psicodélicos, amor y paz, licor, cigarros, poesía y café.


Cada cierto tiempo me acuerdo del Pollo, quisiera saber qué fue de él e invitarle un café, pienso que seguramente ahora es un señor importante o algo así, era muy inteligente y la gente así siempre tiene destinos similares, a lo mejor vive en el extranjero, no lo sé, pero fue una de esas cosas que no se dieron y que de haberse dado habrían sido simplemente geniales. ¡Puta! ¿Dónde estará El Pollo?. Si alguien sabe dónde está El Pollo dígale que le quiero invitar un café... como cheros va jajaja… En serio. 

¿CUÁNDO FUE LA PRIMERA VEZ QUE TE ACOSARON?

La primera vez que me acosaron tenía yo 4 años, recuerdo que tenía esa edad porque mi hermana no había nacido aún, pero yo ya sabía and...