REFLEXIONES SOBRE LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN


“Las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas” opinaba el ahora fallecido Umberto Eco, cuestionando duramente la facilidad con la que ahora, debido al auge de las redes sociales, cualquiera con una opinión puede expresarla con toda libertad, ya sea que ésta contenga un argumento válido o sea sólo un escupitajo de ideas difusas y sacadas de contexto.

Escribo estas líneas en primera persona, porque expresan únicamente mi percepción personal sobre el asunto que me ocupa y en ninguna medida pretende ser una apología en contra de la libertad de expresión ni mucho menos. El problema, como yo lo veo, no es la libertad de expresión, el problema es que el ejercicio de esa libertad tome formas quiméricas disfrazadas de discurso político.

El apogeo de las redes sociales ha desatado una avalancha de cibernautas ansiosos de difundir sus opiniones a través de este medio, algunos utilizan las redes sociales para hacer ciber-activismo, de esa manera manifiestan desde su computadora o cualquier otro medio con acceso a internet, su postura respecto a los temas que llaman particularmente su atención, pero por otra parte están aquellos que se valen de las redes sociales para especular sobre tópicos de los que conocen poco o nada, sólo por el gusto de ocasionar incomodidad entre aquellos que muestran auténtico interés en un tema específico.

Cansa la crítica sin contexto, es abrumadora la manera en que estamos siendo constantemente bombardeados con imágenes payacescas, memes por demás ofensivos que no permiten que una mente moldeada con criterios bien estructurados pueda tomarlas en serio. La caricatura sátira de temas políticos ha existido desde hace mucho, con el propósito de parodiar y reflejar de manera anecdótica la realidad. Diversos periódicos cuentan con ilustradores que recrean esa realidad nacional con humor a modo de crítica social de maneras inteligentes que no dejan de sacarnos una o dos carcajadas cuando identificamos las situaciones que reflejan. No obstante, una cosa es la sátira política y otra es la difusión de imágenes sin ningún criterio inteligible y objetivo.

Sigmund Freud, argumentaba que para que una controversia tuviera algún valor, habría de desarrollarse dentro de los dominios intelectuales; y yo no podría estar más de acuerdo. Se dice que el problema con las opiniones es que todo el mundo tiene una, pero yo considero que el problema no es la expresión libre de esas opiniones sino lo manipulable y desatinada que puede llegar a ser una opinión cuando viene de alguien que ha recibido información incompleta o peor aún, que ha recibido una información tergiversada sobre un hecho.

La ironía en los artículos de “opinión” (entre satíricas comillas), muy difundidos últimamente, utilizan la falacia del hombre de paja, con fines que a mi parecer son perversos y denotan sin mucho esfuerzo una pluma comprada; interpelan una realidad pero ignoran otra y muy a propósito, porque de eso se trata. Y es correcto cuestionar, no se trata de silenciar las verdades incómodas, pero muy a mi criterio, la crítica social debe ser neutral si se hace dentro del espectro de la libre difusión de ideas, sobre todo si lo que pretende es despertar conciencias, no adormecerlas.

No considero que coartar la libertad de expresión sea la clave para acabar con las manifestaciones de agresión gráfica y verbal en las redes sociales, creo que más bien debería instaurarse una cultura del debate constructivo, y los medios de comunicación masivos son las vías idóneas para ese propósito, pues contribuyen a moldear conciencias; y vaya que lo hacen, pero para mal.

Vivimos en un país donde se pide constantemente la remoción de los funcionarios públicos (ahora casi vitalicios), pero en contraparte, cuando aparecen rostros jóvenes en la esfera política, inmediatamente los convierten en payasos mediáticos, cuestionando desde sus creencias religiosas hasta sus inclinaciones sexuales. La frase: “Al pueblo, pan y circo” pierde su fuerza cuando el que la proclama en tono sarcástico se convierte en el león de ese circo. Nos hemos olvidado de cuestionar sobre la base de fundamentos realistas y bien respaldados.

Somos un país donde sus ciudadanos tienen poca o nula memoria histórica o más bien se tiene memoria selectiva que convenientemente recuerda sólo las faltas del otro; un país donde se cree que la libertad de expresión es sinónimo de insulto, un país donde el conocimiento de un hecho viene del encabezado de una noticia, un país donde el que gana un debate es el que se impone y no el que lleva razón, un país de eternos inconformes que sin importar lo práctico y realista de una solución, siempre encuentran la manera de restarle crédito, un país en donde el que realmente piensa y se expresa con conocimiento de causa, es aplastado con la bota de la ignorancia.


Sirva este ejercicio mental como un llamado a la cordura, bajo la premisa tal vez idealizada de que  la próxima vez que nos sintamos seducidos por el impulso de difundir una opinión sin tener plena certeza de que nuestro argumento es válido o certero, nos abstengamos, examinemos los hechos y encontremos una mejor manera de expresar nuestro descontento. 

Comentarios

  1. excelente publicación :D me gusto mucho su reflexión continue así y muchos éxitos !!!!!

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    1. Mi estimado Milton, tuve una cirugía un poco delicada hace unos días y todavía estoy en reposo, espero poder subir algo que habla sobre esa experiencia antes que termine esta semana. Mil gracias por estar pendiente, un abrazo.

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